domingo, 17 de marzo de 2013

V Alta Ruta Valgrande Pajares - Fuentes de Invierno

-- ¿Qué quieres? -- Dijo aquella mujer
-- Necesito una ducha caliente y una cama. ¿Le quedan habitaciones? -- Contesté yo
-- Entra hijo, entra.
Así es como termina una jornada agotadora, pensaba haber dormido algo en el coche y haberme vuelto a casa pero no me pareció prudente ponerme a conducir en semejantes condiciones así que busqué por Mieres un hostal/pensión y acabé dando con el Hostal Pachín, lugar en el que he amanecido esta mañana tras diez horas de profundo sueño... Pero ésta historia comienza el día anterior.

Es viernes 15 de marzo de 2013. El despertador suena a las cinco de la mañana, una hora antes que de costumbre, y me arrastro de la cama a preparar las cosas que tengo que llevarme porque el día anterior no tuve tiempo para hacerlo... de abajo a arriba: pieles, esquís, crampones, botas, calcetines, mallas, pantalón, camiseta térmica, forro, braga, abrigo, gorro, bastones, piolet, mochila, casco, frontal, ARVA, sonda y alguna que otra cosa más. Preparo también una bolsa con una muda de repuesto... Demasiadas cosas en muy poco tiempo. Aunque lo tenía todo pensado me costó un rato largo salir de casa y llegar al trabajo pero tras cumplir con mi deber de currante (¡qué esclavitud!) me monté en el coche y puse rumbo al Ayuntamiento de Mieres, Asturias, punto de encuentro de la Alta Ruta Valgrande Pajares - Fuentes de Invierno. 


Me sorprendió mucho que el GPS me dijera que tardaría sólo cuatro horas, estaremos en crisis pero tenemos unas autopistas cojonudas. Tras el segundo peaje del día, en llegando a Asturias pero todavía en León tuve que parar a hacer alguna foto del paisaje.



No mucho después me encontré en Mieres buscando sitio para aparcar cerca del Ayuntamiento, tuve suerte y aparqué a escasos doscientos metros del mismo en una calle aparentemente tranquila. Tocaba descansar pues la actividad comenzaría sobre las tres de la mañana y el día prometía ser bastante largo así que me dí una vuelta en busca de un buen sitio donde comer y beberme una sidriña y no muy lejos encontré la Sidrería Alberto... 





No sabía si iba a ser capaz de dormirme antes de la diez de la noche pero tras un buen plato queso, uno de carne asada y una botella entera de sidra para mí solito fue llegar al coche, echar el asiento para atrás, meterme en el saco y quedarme dormido.

Mi sueño no duró mucho, cerca de la una de la mañana pasó un grupo de amigos de juerga cerca del coche, me despertaron sus risas y su juerga y ya sólo conseguí dar vueltas en el asiento hasta que a las 02:30 me puse a preparar el macuto.

Poco pasadas las tres ya estaba en el punto de encuentro recogiendo mi dorsal, el 2, y mi forrito polar de regalo y por allí esperé viendo el ambiente hasta que llegó el autobús  lo cargamos y partimos hacia el punto de inicio de nuestro recorrido, el recorrido corto.


Sabía, porque me lo habían comunicado por e-mail, que habían habido cambios en las rutas por culpa sobretodo de la cantidad y la calidad de la nieve acumulada. Había gran cantidad de nieve desde mas o menos los 800 metros de altitud, cosa que creo es poco habitual y oí como los organizadores de la ruta comentaban que el día anterior los que marcaron la huella tardaron y sufrieron más de lo esperado. Yo no tenía quejas, iría donde me llevaran y procuraría disfrutar al máximo éste día.

Durante el trayecto en autobús intenté dormirme varias veces pero no fui capaz y justo conseguí quedarme dormido en el momento justo en el que el autobús empezó a dar marcha atrás en busca de un sitio suficientemente amplio como para bajarnos y poder dar la vuelta. Serían las seis de la mañana o así, nos bajamos del autobús y cogimos nuestras cosas. No había nieve y según el GPS estábamos a unos 650 metros de altitud pero el conductor no quiso arriesgarse a subir por esa estrecha carretera así que nos tocó andar bastante con los esquís a la espalda. Durante el paseito andando entablé conversación con David, un asturiano muy aficionado a hacer travesía con unos seis u ocho años de experiencia. David también venía solo porque el año anterior vino con unos amigos suyos que le dan mucha caña y que son muy competitivos, al principio le fueron esperando pero al rato le dejaron atrás él acabó quemado así que éste año había decidido venir "a su bola".

Anduvimos durante dos o tres kilómetros carretera arriba, casi seguro que el autobús no hubiera pasado por allí, y pasado el último pueblo empezamos a pisar nieve por la pista que subía. Al rato, entre los surcos de las huellas de un todo terreno había nieve suficiente como para calzarse los esquís. Ramón, otro que venía cerca nuestro pero con quien no había hablado todavía dijo "yo ya he caminado todo lo que tenía que caminar" y allí mismo  nos preparamos y por fín empezamos a foquear.




Yo fui siguiendo mas o menos de cerca a David y a Ramón y los tres fuimos en cabeza de nuestro grupo, el recorrido B, durante una buena parte de ese primer tramo. 





Llegó un momento en que bajé el ritmo y les dejé marchar y me cogieron otros cuatro que venían también bastante fuerte pero no tanto como Ramón y David y me puse tras ellos hasta llegar a una ermita que había muy cubierta de nieve a unos dos kilómetros del avituallamiento, lugar en el que volví a apretar el ritmo y les dejé atrás.





Casi llegando al avituallamiento nos pasó de cerca el helicóptero de la Guardia Civil. Hay que agradecerles que fueran tan atentos ya que aunque no hiciera falta su ayuda (que yo sepa) estoy seguro de que tranquilizó mucho a los organizadores de la Alta Ruta que estuvieran por allí, de hecho en el avituallamiento también había guardias civiles ayudando a repartir comida y bebida entre los participantes. 



Comimos empanadas, un embutido cojonudo, frutos secos y algún plátano y tenían aquarius, coca-cola y zumos... Tras cuatro horas o cuatro horas y media me sentó genial esa parada pese a que no encontraron la bota de vino y no trajeron sidra, jejeje.



Al salir del avituallamiento cometí un error, me tenía que haber llevado una botella o dos de aquarius porque casi no me quedaba agua. David, rAmón y yo fuímos los primeros en salir pero no siguieron de cerca. Al principio seguimos junto a la carretera pero después hicimos un pequeño descenso sin quitarnos las pieles y cruzamos, saltando, un arroyo. Saltando quiere decir que nos quitamos los esquís, nos hundimos hasta los cojones, literalmente y fuimos cruzando de uno en uno ayudándonos. Tras cruzar el arroyo volvimos a subir hacia la carretera. Ahí se me estaban acabando las fuerzas, me notaba cansado y empezaba a tener dolores en la planta del pie y en las espinillas a cada paso. Ya en la carretera, junto a la que había una pared enorme de nieve que estaban intentando quitar con una "fresadora" y una quitanieves, le dije a David que me sacara una foto y que siguiera tras ramón que yo no tenía prisa y estaba cansado. Me dijo más o menos cuanto quedaba y por donde tenía que seguir y se marchó.






Fui bajando el ritmo poco a poco, no me acompañaban pensamientos positivos y sólo era capaz de concentrarme en el dolor de las plantas de los pies, era como ir pisando las brasas de una hoguera. A dos kilómetros de la estación tuve que pararme y sentarme, no podía más. Me bebí lo poco que me quedaba, llevaba tiempo reservándolo, y descansé. Apareció una mujer a la que llevaba tiempo viendo destras mío y que iba igual o peor que yo. Me ofreció agua, llevaba una botella de litro y medio casi llena y me dio un plátano y se marchó sin prisa pero sin pausa. 

Aquello me dio la vida, seguí sentado un rato más hasta notar el efecto del agua y del plátano. busqué la manera de que las botas no me hicieran tanto daño y continué. Al poco alcancé a la mujer de antes, me quedé a su ritmo y fuimos hablando un buen rato. Estuvimos a punto de pedirle al encargado del telesilla que nos dejara subir pero ella se paró a descansar en la cafetería de la estación y yo acabé atreviéndome a afrontar el último tramo de subida. 

Estaba destrozado. Cada paso era un dolor intenso en la espinilla y no había manera de que no doliera. Me adelantaron dos "Sputniks", eran los primeros del recorrido largo, unas auténticas máquinas de foquear... ¡Qué ritmo! Cuando por fin vi la bandera que indicaba el paso al otro valle empecé a contar los pasos, conté mas de quinientos y perdí la cuenta casi llegando cuando me alcanzó el tercero del recorrido largo. Iba contento de lo bien que iba pero picado, un pique sano, con los dos que iban en cabeza porque él llevaba unos esquís normales y los dos primeros unos esquís cortos y ligeros. Llegamos a la cima casi a la vez. 

Allí me tomé un pequeño descanso, no me dio para sacar la cámara y hacer alguna foto porque soplaba mucho viento y se me entumecieron los dedos. Saqué el abrigo y me lo puse y guardé las pieles. Al apretarme las botas para la bajada vi las estrellas así que me las apreté lo que pude y me lancé por el tubo. 

La bajada, que tenía que haber sido la parte disfrutona del día, no lo fue tanto. Se trataba de un tubo bastante empinado que con mejores condiciones de nieve y visibilidad hubiera sido muy divertido pero que con la nieve tan blanda estaba lleno de bañeras y huellas de otros esquiadores que habían llegado hasta allí desde las pistas y con escasa o nula visibilidad hacía imposible poder coger algo de velocidad sin descontrolarse. Tuve que bajar como pude, a trompicones y parándome en prácticamente cada giro hasta que por fin pude enfilar recto hacia las pistas y llegar al final del recorrido.

Me sacaron una foto al llegar pero para variar, jeje, me equivoqué de pista en la última bajada y en vez de bajar por una verde facilita bajé por una roja, al menos me quité el mono de esquiar que tenía, y al llegar al final tuve que quitarme los esquís y subir un poco hasta la llegada para que me hicieran la foto, foto que me gustaría conseguir porque tengo que tener una cara de risa del cansancio.

Y tras la foto otro tentempié, un zumito y un cuarto tranquilo y calentito donde cambiarme a gusto porque habían llevado hasta allí mi bolsa con la muda limpia. Serían las dos y media o las tres de la tarde y quedaba esperar hasta las seis y media hasta que llegara todo el mundo.

En la cafetería de la estación estaban David y Ramón, me pedí un caldito que me sentó de la hostia y tras eso empezamos a cervecear y a contar batallitas. También se sentó con nosotros el que llegó tercero en el recorrido largo, no me quedé con su nombre pero éste le daba a todo, esquí de travesía, alpinismo, escalada... Cuarenta y pocos años me parece que dijo pero estaba en una forma física envidiable. 





A las seis y media empezaron a sacar comida, embutidos, tortilla de patatas, empanada, carne y picoteo variado y vino con casera. Buenísimo todo. A mitad del banquete empezaron a sortear entre los participantes un montón de cosas, fundas para los esquis, bolsas para botas, una mochila cojonuda, abrigos, pantalones, frontales, libros... no sé, puede que dieran 20 o 30 cosas... No me tocó nada, quizá el año que viene con un poco de suerte.


Y nada, recogimos los bártulos del cuartito aquel, nos montamos en el autobús y bajamos hacia Mieres. Tardé cinco minutos en dormirme, lo que tardé en dejar de ver las escarpadas montañas que hay en esa zona y David me despertó en Mieres. 

Llegué al coche y me encontraba tan roto que no sabía que hacer, decidí buscar una pensión o un hostal barato y mi búsqueda en Google (había "jaqueado" la noche anterior una wifi que daba cobertura a mi coche) me llevó a la Pensión El Vasco. No vayáis, eso debe llevar cerrado 20 años o más... Después me di una vuelta y al pasar por el Hostal Pachín decidí aparcar y preguntar. Sin saber si había habitación o no cogí mi mochila y me acerqué a la puerta. Al intentar abrir estaba cerrado pero tras el cristal se asomó una mujer que hizo un gesto en plan "¿que quieres tu?"... Debí de poner cara de subnormal profundo, jejejeje, ella me señaló a la izquierda y me asomé a una entrada de garaje y se asomó por una puerta lateral...

-- ¿Qué quieres? -- Dijo aquella mujer
-- Necesito una ducha caliente y una cama. ¿Le quedan habitaciones? -- Contesté yo
-- Entra hijo, entra.

Me contó que "habían venido cinco chicos de Madrid, y que estaban destrozados porque habían estado esquiando toda la noche" y le dije que yo estaba exactamente en la misma situación. Por suerte le quedaba al menos una habitación. Me dí una ducha, tibia, eso sí. Me metí en la cama a eso de las diez y media de la noche y el sonido del mercadillo me ha despertado a eso de las ocho de la mañana. Menos mal que he dormido bien, probablemente no hubiera llegado a casa vivo si me hubiera montado en el coche la noche anterior.

He venido suave, disfrutando del paisaje y de las montañas asturianas y leonesas, y asumiendo que se acaba el invierno y que pese a la cantidad de nieve caída este año las posibilidades de disfrutarla disminuyen fin de semana tras fin de semana, pensando en mi próximo gran proyecto (sobre el que quizá escriba algo esta misma tarde) que es ir al Alpamayo este verano... Han sido cuatro horas de pensamientos desordenados aderezados con buen Rock & Roll. 

Pese a todo lo que he sufrido ha merecido muchísimo la pena el esfuerzo ya que creo que he aprendido muchas lecciones, lecciones como por ejemplo que es muy difícil dosificar las fuerzas en un terreno que no conoces y muy fácil desinflarse antes de tiempo por haber calculado mal o como que no se debe ir uno de un avituallamiento sin coger bebida suficiente para el resto del viaje, también lecciones sobre material ya que no sabía que casi toda la tracción que hace una piel de foca la hace desde la fijación hacia la parte delantera y que por eso algunos "pros" cortan las pieles a un palmo o dos del final del esquí para ahorrar peso (o dinero). También he repasado lecciones que ya conocía como que a veces hay que arriesgarse y hacer las cosas uno sólo, aún sin conocer a nadie, aunque te digan que estás loco y muchos son los que me lo han dicho estos días, pero siempre que voy sólo a la montaña y acabo entablando conversación con alguien aprendo lecciones valiosas de gente interesante. Y poco más tengo que decir, espero que si has leído hasta aquí hayas disfrutado de la lectura o, al menos, de las pocas fotos que he podido hacer... 

Hasta la próxima entrada


2 comentarios:

  1. Enhorabuena máquina! Eres un valiente.

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  2. Gran crónica amigo Juan Sin Miedo! He leído esta y la subida al almanzor que te marcas al amanecer y me encantan. Yo soy un aficionado al esquí de travesía. Empecé siendo sputnik, es decir compitiendo, pero después de unos años de parón me estoy comprando material para volver a hacerlo, pero al estilo aventura, travesías, etc, un poco lo que haces tú. Me molaría mucho que nos marcáramos alguna este invierno. Te dejo mi email, por si te hace y lo hablamos
    jaimemayordomo33@gmail.com. La unión hace la fuerza!!
    Un saludo!!

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