lunes, 8 de febrero de 2010

Gredos 06 y 07 de Febrero de 2010

Tras haber planificado a conciencia la salida de esta semana, nuestra primera invernal a Gredos, nos encontramos unos desafíos dignos de un valiente suicida para aquellos que no están perfectamente preparados. Nada es lo que parece, el caluroso y desafiante pero enriquecedor rompe-piernas que fue el Almanzor este verano, se ha convertido en una montaña arisca y solitaria, que impone sus reglas y voluntades a los pocos alpinistas con medios suficientes y la técnica necesaria como para afrontar los últimos desvaríos de esta escarpada montaña. Os lo contamos desde el principio:

Nos despertamos a las 5:15 de la mañana después de que Richard se pegara un concierto increíble de los Artic Monkeys (lo cual nos venía que ni al pelo, ya que en monos del ártico nos íbamos a convertir en pocas horas…)

Juan, como un campeón, preparó todo el material el día antes para evitar el estrés de última hora y salimos hacia Gredos desde Madrid a eso de las 6:15. Llegamos a la plataforma unas horas más tarde, tras una plácida siesta por parte de Richard mientras Juan se deslizaba a gran velocidad por los asfaltos...

Una vez allí, nos preparamos junto con los demás montañeros, todos ellos muy madrugadores tal y como mandan los cánones. La nieve nos saludó desde la misma plataforma y confiados, empezamos con el paseo hacía el Refugio de Elola. Pasado el puente que cruza el río para ascender la última pala antes de bajar al Circo de la Laguna tuvimos que ponernos los crampones puesto que aún era muy temprano y la nieve estaba helada; esto no les ocurriría a los domingueros que se pasasen por allí a la una de la tarde a tirarse en trineo. Garantizado.

Rápidamente aprendimos la primera lección de esta aventura; si tus crampones son semiautomáticos y te rozan un poco las botas en los talones, prepárate… prepárate bien. En el caso de Richard, la fijación del crampón del talón se le clavaba más de la cuenta al estar fijada con las correas, con lo que casi desde el principio de la excursión tuvo que ponerse protecciones en los talones con esparadrapo y tiritas para evitar que las rozaduras pasasen a ser carne viva.

Sobre las 10:00 llegamos a la Laguna Grande, tuvimos suerte ya que pudimos cruzarla porque estaba completamente helada. Fuimos los primeros en hacerlo y detrás nuestro cruzó mucha más gente. Una vez allí, buscamos un sitio “protegido” para montar la tienda. Tanteamos unas rocas pero no pudimos cavar en condiciones, localizamos un iglú pero era demasiado pequeño y al final, cerca del refugio, nos apoderamos de un agujero que ya estaba hecho en la nieve y montamos allí nuestra tienda. Dejamos en ella todo el material de dormir y la comida y nos preparamos las mochilas con lo necesario para el ataque pudiendo comenzar con la ascensión.

La ascensión en general es bastante más agradecida que en verano, ya que todas esas rocas que hacían que se resintiesen nuestras rodillas estaban tapadas con una capa uniforme de nieve y hielo. Paso tras paso, la inclinación se acentúa y vamos dejando gente atrás ya que aunque no somos unos machacas en el fondo hemos venido a entrenar y dar lo mejor de nosotros mismos.

En la subida a la Portilla del Crampón, la mayoría de los excursionistas se daban la vuelta al ver el panorama y entre los que bajaban había gente más y menos seria pero en general casi todos nos tiraban piedras de hielo por bajar sin ninguna consideración con los que estaban subiendo. Mandamos un cordial saludo a toda esa gente que estaba rapelando y que, mientras nosotros subíamos a pelo y nos cruzábamos con ellos, no mostraban intenciones de ponérnoslo fácil ni de dejarnos los tramos más seguros para ascender sin asegurar sino que los utilizaban ellos y nos obligaban a subir por las zonas más expuestas y más peligrosas. No respiramos durante esos metros ni respeto a la montaña ni educación y, sin embargo, nos trajimos de vuelta a casa bastante pena, vergüenza ajena y algún que otro susto en el cuerpo…

Al llegar al final de la Portilla, nos encontramos con una gran sorpresa; una de esas lecciones que te da la montaña y de las que uno tiene que estar agradecido de que sucedan en momentos controlados. El supuesto tramo fácil, o al menos eso pensábamos nosotros, no iba a ser un paseo ni mucho menos, y es que el viento arreciaba con fuerza y convertía en hielo lo que ese sol, tan espléndido que nos acompañó durante todo el día, acababa de derretir...

Contábamos con una trepada más o menos agradable hasta la cima, creíamos que sería mucho más complejo pero en mejores condiciones que la Portilla del Crampón pero no fue así... Ante nosotros se alzaba un tobogán de hielo color turquesa y roca helada que llegaba, hacia arriba, hasta la cima del Almanzor, y hacia abajo hasta... no se... ¿El campanario de la Iglesia de Cepeda? ¡Había un resbalón mortal!

Pocos fueron los que se aventuraron a la cima y nosotros tuvimos que desistir puesto que nos faltaba un piloet a cada uno y más técnica y experiencia en esas lides. La montaña nos enseño que nos quedaba mucho por aprender en cuanto a alpinismo se refiere, preguntamos a un grupillo que había por allí y dos de ellos nos aconsejaron bajar rapelando ofreciéndonos la opción de unir su cuerda y la nuestra para bajar más metros de un solo rapel, a lo cuál accedimos encantados. Ellos eran Roberto y Rubén. Venían de la cima y Roberto estaba enseñando a Rubén técnicas de alta montaña; ambos nos dijeron que, en nuestra situación, el riesgo de subir a la cima era demasiado alto, cosa de la que nosotros ya nos habíamos percatado, así que, después de unos segundos de duda, bebimos agua, nos hicimos una fotillo preparados para rapelar y nos bajamos tras ellos.

La bajada fue amena, dura para las rodillas y para las plantas de los pies pero buena. Roberto nos contó que es guía de montaña y nos invitó a llamarle algún día para mejorar nuestra técnica de alta montaña; puede que lo hagamos ya que, hablando en serio, nos vimos muy flojos técnicamente. Hemos pensado en practicar más la escalada clásica y enfrentarnos con desafíos como ese tobogán de hielo y roca, estando bajo la supervisión de un guía experto y no bajo la de nuestras cabecitas locas...

El resumen de esta ascensión puede ser que hemos aprendido que nos queda mucho por aprender y que el Circo de Gredos es una escuela de Alpinismo acojonantemente buena donde se reúne gente de mucho nivel.


Nos faltan palabras para poner aquí todo lo que hemos visto y aprendido en tan sólo dos días. El domingo jugamos un poco por allí, practicamos técnicas de autodetención con el piolet, técnicas de progresión encordados, montaje de reuniones en nieve y hielo... Incluso hicimos un rappel desde una columna completamente helada. Nos gustaría hablar de lo problemáticos que son los guantes para manejarse con el material, de lo bonitas aunque también peligrosas que son las cascadas de hielo y de la importancia de un buen casco... Pero nos faltaría espacio y ya tendremos tiempo de ir haciéndolo.

Nos empapamos del sabor de Gredos y recogimos, muy a nuestro pesar, la tienda y todo el material, cruzamos la laguna por la huella que nosotros mismos iniciamos la mañana del día anterior y con las piernas medio rotas, anduvimos hasta el principio de la última bajada, retomando las fuerzas por última vez.

A Richard le dolían las rodillas, pero Juan estaba ansioso por quemar un poco más de energía en un último apretón y decidió que, como la última vez, esa bajada de vuelta al parking la iba a hacer corriendo y así lo hizo. Se apretó bien el macutazo (¿¿20 kg?? fácilmente) y echó a correr, no parando hasta el puente de piedra que hay ya casi en el parking... y disfrutó de lo lindo mientras lo hacía..


¿Cuanta energía hemos quemado? No la suficiente pues tenemos ganas de más y sólo es lunes. ¿Cuánto hemos aprendido? Es difícil saberlo porque cuanto más sabemos más nos damos cuenta de lo mucho que nos queda por aprender. ¿Cuando vamos a volver? Pues es difícil saberlo pero esperamos que pronto. Ojalá venga otra ola de frío que mantenga durante algún tiempo más el Circo de Gredos tan bonito como lo han podido ver nuestros ojos este fin de semana y podamos ir más veces a seguir aprendiendo y a superarnos a nosotros mismos una vez más.

Para terminar recomendamos a los caminantes, montañeros, alpinistas e incluso a los inconscientes domingueros que se acerquen a la Venta de la Rasquilla y pidan una sopa Castellana. ¡Es mano de Santo!

Aquí os mostramos el recorrido realizado.



Saludos

TMWMT
The Mountain Weekends Mad Team


PD: A este post le queda mucha edición de momento y le faltan fotos... Ya iremos trabajando sobre él pero ya se aceptan comentarios.

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